Conquistadores e imperios colonizadores, pueblos que debían escapar. No importa si estás llegando o si estás saliendo. Sea como sea, por un motivo u otro, impuesto, deseado o por necesidad, muchas personas hemos tenido que asentarnos en una nueva tierra, levantar otra casa, otro hogar. Las crisis económicas, las personales, los conflictos políticos y guerras, las pestes, o los desastres meteorológicos son también varios de los factores para tomar la decisión de desalojar -si hay tiempo- el nido inicial.
Es necesario destacar el papel de un grupo en estos cambios. Un equipo con el cual se pueda contar, compartir y luchar codo a codo en la etapa de traslado y amoldamiento. La pareja, el amigo, el socio o la familia al completo. En este sentido, la confirmación de un objetivo común a través de una mayoría fomenta en cada individuo la confianza suficiente para mover más aún la máquina hacia el nuevo destino. Y más relevante todavía, saber que alguien te está esperando para darte el primer aliento.
En la cara opuesta, la partida de un sólo individuo es una tarea muy
dura que requiere estimulantes cantidades de seguridad, madurez y paciencia.
Adaptarse a un nuevo entorno y clima; cultura poco acorde a nuestros estereotipos; sociedad con procedimientos alejados de los originales; gastronomía difícil de digerir; y simplemente, una forma de organización diferente a la aprendida.
Sólo el tiempo permite que las raíces crezcan y profundicen, es decir, generando un arraigo. Estas líneas de anclaje se pueden constatar en varios aspectos: los cimientos del cobijo, un emprendimiento empresarial, o un tejido social de calidad. En resumen, lazos cada vez más fuertes que nos devuelvan la tan querida y ansiada estabilidad.
El hogar concebido en tempranas edades es la estructura fundamental de una persona. En un mundo que cada vez está más globalizado tenemos que ajustarnos a las distancias, a los viajes, y en su caso, a una mudanza, tanto física como emocional, para sentirnos otra vez como en casa. Acarrear las pertenencias materiales en ligera medida. Aquello que siempre nos acompañará y lo que más debe pesar en el trayecto es nuestra cabeza, nuestra preparación y sobretodo, la fuerza interior.